AMOS DE LA LIBERTAD
Era muy sombrío y gelatinoso de color rojo y transparente, inestable el clima que sucumbía de frío y calor. Tan solo se podía observar por las suaves paredes blancas, hilazas de venas por las cuales corría y descendía la energía vital que suspendía el cordón de mi vida.
Sentía mi cuerpo liviano, flotando en medio de una charca de cristal, como si estuviera dentro de una cárcel circular hecha para mí, condenado quizás por una cruel maldad.
Mi pensamiento estaba nublado, lleno de confusiones y solo me restaba esperar, todo el tiempo forzoso para saber sobre lo que pasaría con mi destino.
Después de persistir por largo tiempo, logre salir alcanzando a observar por el pequeño calado hecho con mi pequeño pico una fuerte luz que me motivo a continuar… respire por primera vez un aire diferente, conocí el color del cielo y las nubes, pude salvarme gracias a la valentía de querer ver con mis propios ojos un nuevo albor.
Por cierto fui el único sobreviviente, de tres huevos empollados y este es mi primer día, se convertiría en el mejor momento de la historia. Conocí a mi madre y a mi padre, marrones y plumados, de pico largo y fileños, pude notar la alegría de sus miradas reflejadas al verme nacer. Era un hermoso instante; para nunca olvidar. ¡Que felicidad!
Fueron transcurriendo las horas de aquel maravilloso día, pero muy chico, todavía no podía ni siquiera colocarme de pie, me faltaban fuerzas para hacerlo y simplemente alzaba la frente y fijaba los ojos al cielo observando a mi madre volar, con majestuosidad, equilibrio y elegancia, igual que mi padre.
¡Eran los reyes del cielo, amos del viento y dueños de la altura!
Los día fueron pasando era extraño para mi, comíamos lombrices a montón, lagartijas arrastradas, conejos peludos y peces vivos, que triste como cualquier preso desdichado me tocaba alimentarme de lo que me arrojaban. Desconocía mi esencia y mi origen.
Que condena y que vida la del preso… me pintaba la esperanza de poder crecer rápido y volar y no tener que pensar, que durante varios meses esa iba hacer la comida cotidiana de un preso como yo.
Pasaron seis semanas después de aquel primer día, ya estaba preparado para aprender a pilotear con mis propias alas. Trataba de extender mis plumas todo lo que me era posible para así dominar el aire ¡Que emoción!
Desde entonces pude darme cuenta, que mi estirpe era la de un águila y que nuestro destino era mantenernos en la escala versátil de las aves, volar alto y ser amos de la altura.
Fui aprendiendo que las guarras, son un elemento importante y que mi visión era incomparable a los demás; que tenia buen dominio sobre el viento y que podíamos fácilmente gozar de un lindo atardecer.
En mis clases de vuelo con mi padre, estuve a punto de desistir, muchos golpes y raspones y quizás cuantas plumas en las ramas no deje. Creí nunca poder hacerlo, pensé en un instante mejor ser una serpiente para no tener que sufrir, a la hora de cazar y no dormir en la cima de la montaña.
Pero gracias a mi madre quien me enseño que hay que ser constante, y que las cosas se aprenden con calma y paciencia. Hoy disfruto desde la altura, la fragancia de la lluvia el caluroso aire que choca con los rayos del sol y puedo ver, desde lo alto también, los paisajes más esbeltos y esplendidos de la tierra, lo más curioso, lo más grande y pequeño de la naturaleza.
Desde aquel primer día tan especial que nací, pienso que no tener libertad, es estar condenado a ser lo que no quieres ser.
Estar en libertad es sentir el aroma de tu madre, la fuerza de tu padre y el apoyo incondicional de tu familia; es sentirse cerca de la vida, gozar del aire, del agua y de la tierra y poder ver como cambia tu cuerpo dentro de tu propio mundo. Ama la libertad… impugna el secuestro.
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